Viernes 26 de abril de 2024
24 AUG 2015 - 06:57 | Sociedad

La escuela que espera que el agua baje

Historias. Ubicada en el campo, estuvo tres lustros cerrada, fue reabierta en este ciclo lectivo y ahora está bajo el agua. Más detalles.

 

Por Gabriela Urrutibehety


 

Tras 15 años cerrada, desde el comienzo de este ciclo lectivo volvió a funcionar la Escuela 28 de La Blanqueada, ubicada sobre el kilómetro 236 de la ruta 2. La directora, “Luli” Cademartori, cuenta cómo, con la colaboración de los padres de los alumnos, algunos vecinos, el Consejo Escolar y un subsidio recibido, la escuela volvió a vivir: compraron muebles, llegó el gas, se repararon los paneles solares que proveen energía, se alambró el perímetro.

 

Las vacaciones de invierno se invirtieron en poner tuberías, acomodar el sitio y poner las bases para la provisión de Internet. Cocina, calefactores, bajomesadas, biblioteca: con su nuevo equipamiento, la actividad se desarrolló normalmente hasta que, al volver del receso, los vecinos, conocedores del lugar, advirtieron que la laguna que linda con el establecimiento estaba creciendo más de la cuenta. La crecida del año anterior les servía de referencia: la cosa se estaba poniendo. En esos días, cayeron 300 milímetros, algo así como un tercio de la media anual.

 

Cademartori cuenta no han podido volver a la escuela desde el lunes 10. Y mientras tanto, los papás de los niños alquilaron una casa en el pueblo para que las madres se queden allí con ellos y, con su maestra, continúen aprendiendo en la sede de otra escuela, ubicada en el centro de la ciudad.

 

“Es que el año pasado perdieron muchísimos días de clases por el agua y ahora no quieren que les vuelva a pasar lo mismo”, explica. Los niños son hijos de familias que están afincadas en sitios que están a unos 15 kilómetros del aula, por lo que la situación es sumamente complicada: las mujeres en el pueblo con los chicos y los hombres en el campo, en medio de una situación más que complicada: sacar hacienda, vigilar la crecida, reparar los daños... Y esperar que el agua corra.

 

“Sólo nos queda ver qué pasa”, dice la maestra, que así como en febrero se preparó para la tarea de volver a poner en marcha la escuela, ahora piensa en cuánto tiempo de ventanas abiertas y lavandina llevará reacondicionarla para que, nuevamente, los chicos estén en su banco, con sus libros y sus cosas.