Jueves 28 de marzo de 2024
05 OCT 2017 - 10:51 | Opinión

La Mafia del Bien

Jorge Asís, la firma que jerarquiza cada edición del semanario de ENTRELÍNEAS.info, analiza la realidad nacional en nuestro diario digital.

Entendimiento armónico entre: a) la mediología; b) la justicia y c) la política (oficialista). En esa escala de valores.

La Concordancia es una asociación lícita. En la práctica, funciona como la virtuosa Mafia del Bien.

Destinada, por lo tanto, a erradicar el Mal. Combatirlo.

Traducción: receta para operar contra el populismo, en su versión kirchnerista. Aunque se utilicen, para la destrucción, métodos similares.

En el plano táctico, La Mafia del Bien mantiene una prioridad inmediata. Consiste en ganar las elecciones.

Para que se consagre, en el plano estratégico, el Tercer Gobierno Radical, que preside Mauricio Macri.

Sólo después de ser aniquilado el enemigo, los “cambistas” pueden desgastarse, algo más relajados, en las diferencias deportivamente sectoriales. Secuelas típicas de todo gran movimiento superador, como el macrista.

Habrá tiempo para dedicarse a las peleas internas clásicas. Por ejemplo las que impulsa la señora Elisa Carrió, La Demoledora, vencedora principal, en alianza con El Pepín, contra el doctor Daniel Angelici, El Bostero.

O en el combate de fondo de la misma Carrió contra el doctor Ricardo Lorenzetti, El Cardenal Richelieu. Aunque aquí se debilite la justicia. Uno de los tres pilares jónicos de La Concordancia.

O se profundice la beligerancia contra Jaime Durán Barba, El Equeco, el ideólogo más cuestionado. Aunque aquí se desmantele gran parte de la política (oficialista).

La octava pasajera

Por ahora debe evitarse la gestación de cualquier ola que pueda ser problemática. Resta aguardar la eficacia de la Mafia del Bien.

Por consiguiente Carrió debe resignarse a soportar cierta presencia repentinamente indeseable, en la lista de diputados nacionales por el Maxi-Quiosco de la Capital.

Es la octava pasajera. De la que Carrió no pudo, o no supo, desembarazarse, tal como lo había ordenado.

La “octava pasajera” es la señora Joanna Picetti. Dama que ocupa el octavo lugar. Pero los virtuosos del Colectivo Cambiemos se enteraron tarde que la dama arrastra un drama pasional.

Es sabido que persiste, en Cambiemos, la estética del murciélago.

Porque el murciélago jamás le pone el hombro a nada. Ni siquiera lo pone para dormir, ya que suele dormirse colgado del techo.

Con su original sentido de solidaridad de género, Carrió ordenó bajarla. Se entrometieron las investigadoras especiales, en discusiones inadmisibles para manosearle, según nuestras fuentes, el pasado.

Consta que, para bajarla, a la octava pasajera decidieron tentarla, como compensación, según nuestras fuentes, con una Subsecretaría de Estado. Para mantenerla a tiro de decreto.

Sin embargo la dama, la octava pasajera, no acepta bajarse. Se siente profundamente indignada. Algo, trasciende, decepcionada.

Pero en Cambiemos, en adelante, se la tienen que “fumar”. Sin aceptar que la dama mantiene más principios sólidos que todas las mujeres pudorosamente juntas de la congregación.

Ocurre que la octava pasajera carga, aparte, con otra dificultad. Es tan atractiva como astuta y sabe, para colmo, vestir.

 

“LOS MAPUCHES ESTABAN CABREROS”

Extrañamente Carrió, que prefiere no bancar a la octava pasajera, banca frontalmente a la señora Patricia Bullrich. La razón aquí es de hierro fundido. Porque la experimentada ministra de Seguridad se dedicó a cumplir, fielmente, con las instrucciones del Presidente del Tercer Gobierno Radical.

A pedido, Macri necesitaba tener el territorio patagónico libre de mapuches rebeldes. Los que fastidiaban con la “causa ancestral”, transformada en “conflicto inmobiliario”.

“Los mapuches estaban cabreros”, como los indios de la pieza impecable de Agustín Cuzzani.

Hostigaban -los mapuches- a los inversores imaginarios. Los que podían ilusoriamente venir. Pero sobre todo hostigaban a los inversores ya establecidos. Seres magnánimos, de nobleza ejemplar y vocación de riesgo. Como don Luciano Benetton y mister John Lewis.

Entonces Bullrich, instruida por Mauricio, lo instruyó, según nuestras fuentes, al enigmático Pablo Noceti, quien por su parte instruyó, con altiva firmeza, a los gendarmes.

La cadena destartalada de mandos concluyó con los corchazos que provocaron el “daño involuntario y colateral”. Consecuencias de las escenas ideales para la cinematografía del río Chubut, y el patetismo ventoso de la obturada ruta 40.

El daño colateral derivó, de pronto, en la falta misteriosa del joven de barbas que sobraba. Y que a lo mejor, para el TGR, no estuvo nunca.

Santiago Maldonado, el artesano sensible y solidario que ni siquiera es mapuche. Con un rostro para la algarabía de los posters. Naturalmente Maldonado fotografiaba muy bien. Y sin posar.

Tenía la vida entera para devorársela. Pero su memoria mágicamente se esfumó, como su sombra. Para diluirse, probablemente, en los campos de Benetton.

 

EL DESFILE DE LOS RÉPROBOS

La Concordancia, o la Mafia del Bien, ahora tiene que ocuparse de los réprobos. Abundan. Hay para elegirlos.

Transcurre entonces el desfile de los réprobos. Con El Pata. Don Juan Pablo Medina. Con su “narguile” y el universo íntimo, clausurado en la violenta marginalidad.

Es -el Pata- la perfecta simbolización del pasado que Cambiemos viene, también, a erradicar.

En simultáneo desfila la imagen de la desolación del réprobo Julio De Vido, El Pulpo.

Sentado en el tribunal, con una barba que lo avejenta. Con el gesto casi desafiante que induce a la idea del abandono. Del poder derrumbado.

Surge también, en el piadoso desfile de los réprobos, la astucia desmoronada de Amado Boudou, El Descuidista.

Y brota, en la caravana, el avance desprolijo sobre el territorio más hostil. La Matanza.

Con el complemento final de los sindicalistas de humillación anunciada. Expresiones, todas, de la mala literatura picaresca que Cambiemos viene también a superar.

El desfile de los réprobos coincide, exactamente, con la campaña electoral.

Merced a La Concordancia, a la implacable Mafia del Bien, los virtuosos de Cambiemos se disponen a brindarle la lección definitiva a La Doctora.

Hoy La Doctora es la representante máxima del Mal. La hotelera irresponsable que “traicionó a la Patria”. Les ocupa la centralidad, en plena adversidad. Y les hace, todavía, frente. En defensa propia. Con el frepasito tardío. Y con el conjunto de réprobos que se defecan, olímpicamente, según nuestras fuentes, en los paladines de la virtud.

Junto a los peronistas imperdonables del peronismo ausente. Tan ausente, hoy, como los radicales maltratados.

Son dos especies del siglo veinte en extinción. Los radicales y los peronistas.

Fueron culturalmente arrasados por la efectividad del Big Data. Los tableros de control con rueditas. La inteligencia de los globos. Los focus groups y la genérica insustancialidad.

Al cierre del despacho puede constatarse que la Mafia del Bien es invalorablemente utilitaria para imponerse en las próximas elecciones.

Descuentan el triunfo, se lo celebra con anticipación.

Pero difícilmente La Mafia del Bien sirva después para gobernar. Para decidir. Resolver los problemas elementales de infinidad de virtuosos menos favorecidos, que aún suelen entusiasmarse con la idea de combatir el Mal. Pero también quieren pagar las expensas del consorcio, el colegio de los chicos, vestirse de saldos, ir de vez en cuando a la pizzería o al albergue transitorio.

Temas, en definitiva, para tener en cuenta, pero más allá de la campaña.

Porque el fracaso de la virtud atrae siempre la opción por el Mal. Sobre todo cuando los paladines del Bien se la llevan afuera. Cuando pueden. Y en pala.