Miércoles 24 de abril de 2024
24 FEB 2018 - 11:56 | Deportes

A dos décadas de la inauguración del autódromo, cinco años sin recibir al TC

Se cumplieron cinco años de la última carrera del TC en la Costa Atlántica, una saga que comenzó en la ruta hace más de tres décadas y que tuvo su renacer hace veinte años, cuando se construyó un autódromo que hoy está abandonado.



Texto y fotos: Gentileza Revista Campeones

La historia del autódromo regional “Rotonda de Mar de Ajó” no podría entenderse sin tener presente las históricas competencias de Turismo Carretera en el “Triángulo del Tuyú” de Santa Teresita.
 
Aquellas pruebas se realizaron entre 1986 y 1997 en el semipermanente que se extendía desde el ingreso a la localidad de Santa Teresita en la calle 32 hacia los campos del lado inverso al mar y de allí formaba un triángulo casi perfecto con salida a la altura de la calle 58, ya en el ingreso a la localidad Mar del Tuyú.
 
Largas rectas y tres curvas bien cerradas daban un espectáculo notable para los amantes de la velocidad, que acampaban alrededor del trazado de Santa Teresita. Desde la primera carrera del 23 de febrero de 1986 ganada por Juan Antonio De Benedictis, cuando asistieron unas 60 mil personas, consiguieron la victoria figuras como “Pincho” Castellano, Roberto Mouras y “Patita” Minervino. La última en el “Triángulo del Tuyú” fue el 16 de febrero de 1997 con la victoria del marplatense “Lalo” Ramos y el Turismo Carretera abandonaba así los circuitos semipermanentes por razones obvias de seguridad. Llegaba la era de los autódromos cerrados. Hace 21 años.
 
@bloqueI@DE LA RUTA AL AUTÓDROMO
La imposibilidad de continuar con aquellas reuniones multitudinarias en Santa Teresita fue que surgió la necesidad de construir un autódromo, algo que en la zona no existía. Por el fuerte interés de un grupo de empresarios locales, apareció la posibilidad de hacerlo frente a la localidad de Mar de Ajó, en tierras que geográficamente pertenecen al paraje Pavón, en el partido de General Lavalle.
 
Confirmada ya la opción de no volver a Santa Teresita, una amenaza que la ACTC tenía latente –sin cumplir- al menos en las últimas tres o cuatro presentaciones en el semipermanente, comenzó a gestarse la construcción del autódromo, propiedad de diez empresarios costeros. Las crónicas de entonces remarcaron que en su construcción se invirtieron unos cinco millones de dólares.
 
Si bien supo ser considerada una de las construcciones más modernas de la época, el dibujo no decía demasiado. De la mano del Turismo Carretera, fue inaugurado el 8 de febrero de 1998 con la victoria de Guillermo Ortelli, quien ese mismo año consiguió el primero de sus siete títulos. La última del TC fue el 10 de febrero de 2013 con el triunfo de Agustín Canapino. En aquella jornada inaugural, el “Flaco” Traverso se pegó un palo inolvidable contra el paredón de la recta principal y el mismísimo Luis Di Palma giró arriba de un BMW a modo de homenaje: el circuito que utilizaba el TC fue bautizado con su nombre y apellido.
 
Sin el calor popular de las carreras ruteras de Santa Teresita, supo ganarse un lugar en el calendario de la principal categoría de nuestro automovilismo. De hecho, aunque de manera bien aislada, han corrido también categorías como el TC2000 y la Top Race. Para el TC fue una “fecha fija” de apertura del año desde su inauguración. Sólo hubo dos excepciones: en 2001 no se realizó la fecha y en 2006 no fue la apertura sino la 2ª fecha.
 
RECUERDOS CON VOZ
“Los recuerdos que tengo son los mejores”, nos dice Rubén Florentín, que supo ser el responsable del Automoto Club Mar de Ajó. “En la primera carrera de TC metimos más de 45 mil personas. Pero el tiempo pasó, el autódromo se fue deteriorando y es imposible de mantener”, resume con cierta nostalgia y una mínima luz de esperanza: “Sólo podría reflotarse si se vende... pero hay que encontrar quién quiera comprarlo”.
 
Es cierto que en los últimos años el TC ha variado su forma de negocio: son los gobiernos provinciales, en muchos casos, los encargados de solventar económicamente una fecha de la categoría. Por caso, hace cuatro años el gerente general de la ACTC, Fernando Miori, había manifestado públicamente que el “caché” que la categoría pide a cada escenario ronda los 3.500.000 pesos. Hoy se estima que esa cifra oscila los 6 millones de pesos por una fecha. Es decir, una elevada cifra para que la afronte un privado y mucho más desde el Estado municipal, en tiempos de tantas otras prioridades. “El problema más grande fue el económico. La falta de dinero para poder mantenerlo”, admite Florentín. “Hoy el TC puede ir a una provincia a correr y les pagan seis, siete millones de pesos… ¿Cómo competís? Los autódromos son de las provincias y los mantienen las provincias”, añade. Es una problemática que se repite también en otros autódromos bonaerenses.
 
El tema de la falta de identidad geográfica del autódromo es otro punto que le jugó en contra. “Nos brindaba un apoyo económico la Municipalidad de La Costa, pero no General Lavalle, que es donde está ubicado el autódromo. La Provincia nunca nos aportó demasiado, porque hay muchos circuitos”, explica el responsable del Automoto Club Mar de Ajó.
 
El TC Mouras tiene el triste honor de haber sido la última categoría de la ACTC que visitó la Costa Atlántica: el 5 de febrero de 2017, cuando se cumplían 20 años de la última carrera del TC en Santa Teresita. “Hasta el año pasado, con el dinero que quedaba de las carreras que hacíamos por ejemplo con el TC Mouras, pagábamos el alquiler, arrendábamos el campo para vacas... Era rebuscárselas por todos lados, pero el dinero no alcanzaba para nada”, manifiesta poniendo en la mesa una problemática que se repite en varios otros escenarios.
 
“El problema principal del estado actual del autódromo es el asfalto, que al no tener mantenimiento se resquebraja. Nosotros no podríamos mantenerlo ni siquiera con cateogrías más chicas o zonales, porque vienen 300 personas y con ese dinero no hacés demasiado. Los gastos de una carrera son muy grandes... Hoy lo único que nos rendiría es traear el TC”, opina Florentín, más como una expresión de deseos que como una realidad que supo tener sustento hace veinte años.