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02 JUN 2018 - 08:08 | Sociedad

Florencia, la dolorense que está dando la vuelta al mundo

La historia del viaje que realiza Florencia Roqués, quien recorre distintos países desde hace seis años y en cada uno de ellos trabaja y disfruta de la vida sin atadura.

En 2012, cuando terminó la Facultad, decidió irse con un grupo de amigas a Nueva Zelanda. A partir de allí comenzó una aventura que la llevó por Oceanía, el sudeste asiático, Europa y América. “Aún me falta África”, dice Florencia Roqués (30 años), la dolorense que está buscando dar la vuelta al mundo.

 

Todo comenzó con el programa Working Holidays Visa, “que te permite trabajar y ahorrar plata para viajar”. Primero fue una especie de “viaje de egresados” por unos meses. Desde Nueva Zelanda pasaron al sudeste asiático. “Empezamos a descubrir un mundo nuevo de viajeros, un nuevo modo de vida”, un mundo en el que “en lugar de vivir en un departamento e ir todos los días a trabajar y esperar el fin de semana para juntarte con amigos, empezar a vivir continuamente cambiando de casa, de hostel, de gente con la que convivís”. Esta vida, “totalmente fuera de la rutina”, implica “compartir con chicos con los que no sabés cómo te vas a llevar pero hay que convivir”.

 

“Los trabajos también eran distintos. Muchos eran trabajos de temporada y todo el tiempo estás cambiando de trabajo y de gente con la que trabajabas”. Así, comenzaron trabajando en granjas, cosechando y empacando frutas y verduras en diferentes lugares, luego vinieron puestos en bares, restaurantes u hoteles, y hasta un empleo en una carretera para manejar el tránsito en un tramo en reparaciones. “Relajado” es el calificativo que Florencia más utiliza para caracterizar estas alternativas laborales. “No se siente como un trabajo, sino como un hobby”.

 

@bloqueI@INMIGRANTES Y TURISTAS

En esos trabajos, todos eran viajeros que trabajaban para costearse el paseo, jóvenes de paso. Pero en muchos casos se encontraban con inmigrantes que también estaban realizando trabajos temporarios, pero con otra situación de vida. Por ejemplo, “en Nueva Zelanda los indios tenían otra actitud hacia el trabajo porque de eso dependía si se quedaban o no. No nos veían como personas que compartíamos con ellos, sino personas que boludeábamos. Ellos querían trabajar duro, ganar dinero y poder quedarse en el país”.

 

Otra tribu con la que se cruzan estos viajeros es la de los turistas, una relación muy diferente con el viaje por placer. “Son distintos. Ellos van del hotel al tour y del tour a la playa, no tienen el espíritu aventurero de perderse en las calles de una ciudad sin saber con quién te vas a encontrar”. 

 

LUGARES

En el tiempo que lleva recorrido, uno de los sitios más impresionantes que Florencia visitó fue Samoa, una isla del Pacífico. “Allí tuvimos mucho acercamiento con el local. Nos quedamos en sus casas, viven muy relajados y gustaban de compartir con nosotros esa paz”. Así como “viajar por Europa es como caminar en la historia”, y mirar la costa argentina desde un velero se disfruta de una manera diferente, Florencia considera que “India fue lo más extraño que visité. Estuve dos meses viajando de sur a norte con Natalia, otra dolorense. Nos metimos por los lugares donde no van los turistas, y encontramos a la gente del lugar que es muy amable, te hace sentir cuidada.”

 

En ese sentido, aclara, nunca tuvo que enfrentar grandes peligros o vivir situaciones  desagradables. “Me manejo con algunas precauciones. Aunque viajo sola, siempre voy acompañada a los lugares. Con prudencia, sin hacer vida muy alocada”, explica. Viajar implica básicamente conocer gente, desde “un chico de 21 años que sabía hablar siete idiomas y tenía pensado para los treinta aprender muchos más”, hasta compartir experiencias con los mahoríes o los aborígenes de Australia.  “Son lindas personas y a nosotros, latinos, nos hacen sentir que tenemos las mismas vibraciones”, explica. 

 

A CORTO PLAZO

Una vida así tiene varias connotaciones. Por lo pronto, implica armar metas a corto plazo y por lo tanto vivir un desarraigo permanente. “Me autodefino como desarraigadísima y eso es lo que me permite vivir el día a día”, dice, y aclara que “me cuesta proyectarme porque mi vida es todo a corto plazo. Me he acostumbrado a no verme en el futuro”.

 

Vivir como viajero significa también falta de pertenencias, más allá de lo que llevás en la mochila. “No tengo una casa, las voy creando a medida que voy andando. No tengo mucho interés en lo material”, explica Florencia. “Es una experiencia que enriquece mucho tu vida y te hace ver que no es solo trabajar, hacer plata, tener una casa. Hay que abrirse a conocer otra gente, otras culturas, otros lugares”, sentencia.