Viernes 19 de abril de 2024
01 JUL 2018 - 16:16 | Sociedad

Mucho más que un merendero, un caso acorde a estos tiempos

Ahondamos en la historia del merendero del barrio de la Estación, que además realiza una importante labor social, legal y psicológica. Un caso de varios en la región.

Ester Santiago es jubilada y junto con su marido llevan adelante en Dolores una iglesia evangélica en el barrio de la Estación. Elizabeth Daluicis trabaja como empleada doméstica y, como vecina de Ester, han charlado muchas veces sobre la situación que está pasando la ciudad y el país. Así es como decidieron abrir un merendero en el salón de la iglesia, solventado únicamente con sus propios ingresos y con las donaciones que la gente les acerca. Atienden a chicos del barrio no sólo con la merienda, sino también con apoyo escolar y otras actividades. Pero además, los fines de semana cocinan para las personas mayores que se acercan a llevarse una vianda caliente, por eso están viendo de qué manera podrían agenciarse de una cocina industrial que les permita responder a una demanda que, lamentablemente, cada día se incrementa.

 

“En muchas familias trabajan las señoras y los hombres se quedan en la casa cuidando los chicos porque no tienen trabajo o el trabajo que tienen es cortar pasto y eso puede funcionar en verano pero en invierno nada”, explica Ester con su voz tranquila. Y cuenta anécdotas del barrio, donde el dinero no alcanza y no hay trabajo, como la del muchacho que tiene una beba y, como se le acabaron las changas, “está yendo a pescar y vende pescado”.

 

Elizabeth agrega historias “de las personas más ancianas que la están pasando muy mal: una señora en estado de abandono muy viejita sin luz, sola” y otra pareja que “no tiene luz, se la  cortaron porque no pudieron pagarla”. 

 

Por eso, Ester, que desde siempre hizo trabajo social en el barrio desde la iglesia, empezó a leer en el Facebook que Elizabeth ayudaba a la gente “un día le dije a mi marido: si Eli me ayuda vamos a hacer una buena pareja las dos”.

 

UNA SITUACIÓN DIFICIL

Pero la preocupación central de ambas, la que las lleva a estar de lunes a lunes cocinando tortas fritas para la merienda o haciendo guisos, ñoquis o pizzas para las 20 o 30 viandas que los fines de semana reparten a quien se acerque al lugar, son los chicos.

 

“Les recalco que ellos tienen que estudiar, porque les quiero brindar valores y un proyecto para el mañana. Acá les enseñamos respeto, modales”, dice Elizabeth y se entusiasma cuando relata que los fines de semana llega a la casa de Ester para cocinar desde temprano “comida de olla siempre con carne”. Eso sí, aclara que “carne y verdura sale del bolsillo de Ester”, aunque reciben aportes de otros alimentos secos.

 

El proyecto es más amplio, porque incluye muchas otras actividades: se celebran los cumpleaños de los nenes, los sábados viene una maestra de apoyo y una vez por mes se realiza una jornada de peluquería en la que profesionales de la ciudad ofrecen su trabajo gratuito. Un abogado y una psicóloga de la Oficina de Acceso a la Justicia se acercan regularmente para brindar asesoramiento a los vecinos y otras instituciones, como Mujeres Dolorenses “vienen a dar una mano”.

 

“Todos los servicios –gas, luz- los paga Ester; no recibimos ningún subsidio”, aclara Elizabeth. Pero lo que realmente necesitan con urgencia es “comprar la cocina industrial”, porque “cocinamos en la cocina de Ester y las ollas de 50 litros nos abarcan todas las hornallas”.

 

“Yo vengo contenta a trabajar”, dice Elizabeth. “Converso mucho con los chicos, pueden confiar en nosotros que vamos a ver la forma de ayudarlos, no quiero que los chicos andan vagando por la calle, donde hay droga, abusos”, al punto que “desde acá los chicos van acompañados a la casa por dos chicas que trabajan con nosotras”.
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