Jueves 28 de marzo de 2024
15 FEB 2018 - 15:00 | Sociedad

Conocé las historias de los presos que construyen sillas de ruedas anfibias

Se trata de un grupo de internos de la Unidad Penitenciaria N° 15 de Batán. Con clases especiales lograron construir tres sillas de ruedas destinadas a las playas accesibles de Santa Teresita.

Un grupo de presos de la cárcel de Batán, cercana a la ciudad de Mar del Plata, fabricaron tres sillas de ruedas anfibias destinadas a las personas con discapacidades físicas en la playa accesible de Santa Teresita, donde se encuentra ubicado el Parador Municipal.

Los internos de la Unidad Penitenciaria N°15 lograron fabricarlas gracias a unos cursos especiales que se les dictaron en el penal y las sillas de ruedas anfibias fueron destinadas para el uso de aquellas personas que a pesar de su discapacidad física puedan desplazarse en agua y arena. Las mismas ya fueron entregadas en Santa Teresita y son utilizadas por las personas que lo soliciten en el Pardor Municipal.
 
Las clases que recibieron fueron de parte de profesionales del Rotary Club de Santa Teresita y de la Federación de Cooperativas de Trabajo. Los reclusos son a la vez integrantes del Programa de Rugby "Recuperar Vida" que coordina la ONG Cambio de Paso en conjunto con el Servicio Penitenciario Bonaerense.
 
"La responsabilidad que tenemos como Estado es ofrecer capacitación y cursos para que las personas detenidas tengan la alternativa de poder dedicar su vida honestamente, dejando atrás el error o el paso en falso que pudieron haber tenido. Nuestra responsabilidad es que al obtener la libertad tengan un oficio o una profesión", destacó el ministro de Justicia provincial, Gustavo Ferrari.
 
Además, el ministro indicó que "son tareas que buscan la integración de personas privadas de su libertad, dentro de una capacitación y como medio de salida laboral para el futuro. Uno de los objetivos de la gestión actual es la promoción del trabajo y la educación en las cárceles".


 
HISTORIAS DE VIDA Y ASOMBRO
 
Juan, un interno que adquirió los oficios de chapista y soldador, explicó que "esta experiencia realizando sillas anfibias fue muy particular. A diferencia de los trabajos que habíamos realizado con sillas de ruedas comunes y también otras adaptadas, sólo contábamos con algunos planos y fotos de otras sillas y las tuvimos que hacer e ir solucionando problemas sobre la marcha, improvisar, usar el ingenio. Fue todo un desafío", contó a Infobae y remarcó que "al margen de un oficio, en la cárcel se aprenden cosas todos los días".
 
"Es realmente muy importante esto que se suma al trabajo que venimos realizando en el taller y con los compañeros. Para mi es muy especial esta tarea solidaria, te hace cambiar la forma de ver las cosas y es emocionante ver que tu trabajo puede ayudar a otro, es muy satisfactorio", agregó.
 
El taller de reciclado y producción de sillas de ruedas de la Unidad N° 15 funciona desde 2011 y ya se concretó la entrega de aproximadamente 200 unidades provistas por Cidelli, Cilsa, Pami, y el Inareps, entre otras instituciones.
 
Rubén tiene 31 años, es de Morón, pero desde su infancia vive en Mar del Plata. Hace 6 años que juega al rugby en la cárcel, es capitán y referente del equipo de mayores, Oktubre. "Al trabajar en el taller, dediqué mi tiempo a aprender, porque antes no sabía hacer nada y gracias a uno de los internos que me enseñó, hoy me da mucha alegría poder ayudar a una persona, porque a pesar de que nosotros hemos cometido un delito, podemos ayudar a alguien con una discapacidad, no solamente a ser feliz tan solo un día, sino que también eso lleve alegría a su familia y a su alrededor -relató-. Eso nos pone muy contentos".
 
"En mi caso aprendí pintura, desde lijar, preparar el material, hasta manejar la pistola. Así que cuando salga en libertad pienso poder conseguir un trabajo con estos conocimientos, o como un emprendimiento propio, como pintor", manifestó Rubén.
 
Otro de los internos que participó del proyecto es Jonathan, de 27 años. "Me sentí muy bien trabajando, porque es para personas que realmente lo necesitan, y en el taller pude aprender soldadura, y después cómo lijar, masillar y terminar una pieza para pintar. Por eso cuando recupere mi libertad pienso trabajar como chapista en el taller de mi tío, y además todo esto me hace sentir muy bien, sabiendo que ayudamos a una persona que no puede caminar, porque a pesar de que estamos privados de nuestra libertad podemos hacer el bien estando acá dentro", agregó.

 
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