Viernes 29 de marzo de 2024
08 APR 2018 - 10:26 | Sociedad

Mujeres y Malvinas: historias de un mundo invisibilizado

Tenían a su cargo la recepción de los heridos. “Venían sin alma”, cuentan. Romper el silencio 36 años después.

Cuando tenían 15, 16, 17 años, fueron las encargadas de recibir a los soldados heridos que llegaban al continente. Vieron la peor cara: la de la derrota, la de la humillación, la del dolor, la del silencio.
 
Eran aspirantes en el Hospital Naval de Puerto Belgrano, algunas con apenas unos meses de instrucción en el arte de la enfermería cuando estalló la guerra de Malvinas y ahora, 36 años después, buscan contar su historia para que se visibilice su papel en el conflicto. 
 
Nancy Stancatto, Rosa Sandino y Nancy Castro participaron en Dolores de un encuentro organizado por la Asociación Judicial Bonaerense y la agrupación Mujeres Dolorenses, durante el cual contaron su experiencia en la guerra. “El 2 de abril festejamos a la mañana la recuperación de Malvinas y esa misma tarde recibimos el cadáver del capitán Giachino y heridos a Urbina y Quiroga”, una anécdota que sirve para decir “recuperamos Malvinas y este es el costo”. 
 
En 1982, el Hospital de Puerto Belgrano, fue centro de clasificación de heridos. Allí llegaron, por ejemplo, los sobrevivientes del crucero General Belgrano. “Venían sin alma”, dicen, y la frase es un puñal. Y estas adolescentes  fueron parte de la contención de esos hombres de desesperados.
 
“Hay cosas que supimos en primera persona, otras que las supimos años después y hay otras que los veteranos sólo cuentan entre ellos”, dicen y los ex combatientes de Dolores que participan de la charla asienten. 
 
EL SILENCIO
“La Marina reconoció a las enfermeras con grado de cabo; de las aspirantes ni siquiera dice que estuvimos”, explican. Años de silencio hasta que, en 2014, comenzaron a juntarse en el grupo Mujeres y Malvinas, que incluye también a las madres, las esposas, las hijas de los combatientes. La consigna: “ir malvinizando”. Y que, venciendo el silencio, no haya olvido.
 
¿Cuál es la peor imagen?, les pregunta alguien del público. “La desnutrición que traían”, afirman, mientras relatan la anécdota de que días antes habían sacado de los contenedores  los alimentos donados por la población bajo la orden de “a ellos no les falta nada”. Unir con rabia los dos datos casi le cuesta a Nancy Stancatto una acusación de traición a la patria que se resolvió con una baja y la amenaza de “sabemos dónde vivís”. Los clásicos procedimientos de la última dictadura militar.
 
Mientras hoy buscan “que se cuente esta parte de la historia”, rememoran todo lo que no podían contar. Quiénes estaban internados, cuál era el real estado de los heridos, cuáles eran los daños que en ellos habían dejado los propios más que el fuego enemigo. “Los familiares nos ponían papelitos con los nombres de los que buscaban en el abrigo mientras marchábamos. En la otra formación, nosotras dejábamos caer papelitos con los nombres de los internados”, narran. De las 49 aspirantes que había en 1982 sólo tres continuaron.