Leticia Martín denunció en Perfil que no le pagan por escribir: el reclamo que sacude al periodismo argentino
La escritora y periodista Leticia Martín reveló que hace más de seis meses no cobra por su trabajo en el diario Perfil. En una valiente columna titulada “Nadie lee nada”, denunció precarización laboral, invisibilización y una lógica mediática que celebra la viralización pero no garantiza derechos básicos para quienes escriben.

Leticia Martín publica semanalmente una columna en el diario Perfil.
“Cincuenta mil pesos de honorarios por mes con seis meses de demora. Cincuenta mil”. La frase es seca, directa, dolida. Leticia Martín, escritora, docente y columnista, eligió no el silencio, sino el texto para denunciar una realidad que atraviesa a cientos de trabajadores de la prensa en Argentina: escribir sin cobrar, salarios precarizados, condiciones paupérrimas.
En su última columna para el diario Perfil, titulada “Nadie lee nada”, Martín expone con crudeza no solo el desamparo económico que sufre por parte del medio que la publica desde hace más de un año, sino también el hastío emocional de escribir en un ecosistema que mide el éxito en clics, viralizaciones y métricas, pero se olvida de pagarle a quien produce ese contenido.
“Hace seis meses que no recibo el pago por mis servicios. Ni el pago ni un aumento, como si los servicios o el costo de vida no hubieran aumentado”, escribe, con una lucidez demoledora. La columna, que rápidamente generó repercusión en redes sociales y fue ampliamente compartida, también deja en evidencia una problemática estructural: la precarización crónica de los trabajadores de prensa.
Leticia Martín valora el espacio, reconoce el prestigio del medio y hasta la figura de su fundador, pero eso no le impide señalar lo esencial: "¿Por qué hago esto? ¿Se hará viral escribirlo?”. Con esa pregunta, desnuda la lógica perversa que recorre hoy muchos medios: la búsqueda de contenido gratuito o mal pago, pero con potencial viral.
Desde ENTRELINEAS.info, elegimos amplificar esta columna no solo por su potencia literaria y ética, sino porque su testimonio representa a una generación de periodistas, escritores y escritoras que siguen escribiendo como si a alguien le importara leerlos. Que se esfuerzan en cada palabra, aunque nadie garantice lo más básico: el salario digno.
“No me quiero rendir”, escribe Leticia al final. Esa frase, lejos del lamento, suena como bandera. Como una resistencia que también nos interpela.