El lunes 16 de marzo se decidió la suspensión de las clases presenciales. Una semana antes había comenzado el ciclo lectivo para la escuela secundaria y el lunes 4, el ciclo primario. Los estudiantes del nivel terciario no habían alcanzado a pisar las aulas.
El lunes 16 de marzo comenzó una de las situaciones más extrañas en la historia de la educación argentina que se conoce con el nombre de continuidad pedagógica: sin aulas, sin escuelas, sin contacto físico los maestros siguieron dando clases. 2020, el año de la peste, es también el año de la clase en pantuflas, como lo definió la pedagoga Inés Dusell.
Hay 1.057.136 docentes en actividad en el país, de los cuales un 35,5% ejerce en la provincia de Buenos Aires, según el último censo nacional del sector. Hoy, seguramente, celebrarán su día vía Zoom, la plataforma virtual que se convirtió en sinónimo de relaciones y encuentros en épocas de aislamiento social.
El primer desafío con el que se encontraron los maestros este año fue la organización de un sistema de enseñanza totalmente diferente y tuvieron que hacerlo “del viernes para el lunes”. Para ello, debieron recurrir a conocimientos y habilidades que no muchos tenían: cómo dar una clase virtual, cómo manejar una plataforma educativa, cómo enviar y recibir mensajes, cómo conectarse a través de las pantallas. Para ello, lo que mejor funcionó fue la red de colegas. La plataforma educativa de Google, Classroom, fue rápidamente una vedette. Y las videollamadas, pan cotidiano. De todas las herramientas disponibles, sin embargo, la mensajería de WhatsApp sigue siendo la más usada: audios, fotos, videos y mensajes de texto son los vehículos predilectos con los que se envían y reciben tareas, materiales educativos, libros y mensajes de aliento.
Pero al momento en que se descubrían las posibilidades de las tecnologías de la comunicación para mantener los vínculos y poder continuar la tarea, se ponía de manifiesto la existencia de extensos sectores de la población estudiantil que carece de acceso a internet o a computadoras. Y hubo que echar mano a una “pedagogía del desconectado”, una deuda que aún está por saldarse.
A esta altura del año, cuando ya se acercan más los tiempos de balances, los maestros y profesores de todos los niveles están poniendo sobre la mesa más angustias y desasosiegos que satisfacciones: la cantidad de alumnos que no retomaron el contacto después del receso de invierno es grande; la certidumbre sobre la cantidad y calidad de los aprendizajes, débil; el agotamiento por la tarea multiplicada y superpuesta con la vida doméstica, intenso. En los conversatorios y encuentros que han florecido por todo el espacio virtual tanto a nivel de catarsis personal como de elaboración etnográfica de especialistas, la falta del aula física es mucho más que eso.
Por eso, este 11 de septiembre los maestros estarán brindando en todo el país seguramente por esto: por volver al aula.
27 de octubre. De las relaciones carnales a la promiscuidad tolerable. Dieron vuelta la catástrofe electoral. Triunfa la ostensible idea de ser una colonia. Le sobra vocación.
20 de octubre. Si hay que privatizar se privatiza. Si hay que nacionalizar se nacionaliza. Si estallan las improvisaciones a la bartola del Panelista, en el primer plano de la vitrina se encuentra Axel.
15 de octubre. La simpatía que Trump siente por Milei no se traslada mecánicamente hacia Los Cubanitos. Milei es el máximo y probablemente único aliado que tiene en el sur del continente.
13 de octubre. El octubre nacional difiere del septiembre provincial. La polarización entre El Canciller y La Perrera representa la verdadera polarización entre Axel y el Panelista.
03 de octubre. Al Fenómeno Milei no le alcanza con el apoyo entusiasta de Donald Trump. Al diluir la atracción de la magia disruptiva paulatinamente se le pierde el respeto hasta como transgresor.
26 de septiembre. “Trump no puede dejar que caiga Milei”. El tuit de Alan Ladd interrumpe en la práctica el proceso avanzado de declinación del Fenómeno Milei.