24/03/2023 | Noticias | Opinión

Cuatro Monos del Paisaje

Son cuatro. El resto es paisaje (VI): Scioli, Patricia, Carrió, Manes.


Escribe Carolina Mantegari, del AsisCultural
Especial para JorgeAsisDigital.com

Pasión por permanecer
Los cuatro, los que son (Mauricio, La Doctora, Horacio y Sergio) se legitiman por la dispersa magnitud del resto. El paisaje.
Dos Monos de Fuego son -respectivamente- atractivos en cada amontonamiento.
La señora Patricia Bullrich, La Montonera del Bien, y Daniel Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol.
Ambos se sienten en condiciones de ser animadores principales. Pero dependen de las decisiones de los que son.
Patricia depende de Mauricio, El Ángel Exterminador. De la decisión que finalmente tome.
Alberto, El Poeta Impopular, Nuestro Bignone, clavado en el paisaje supone mantener a Daniel en su red estratégica. Como si fuera su candidato “in pectore”.
Pero el Líder, un pez enmantecado, depende de la decisión que tomen dos pesados de verdad.
En principio de La Doctora. Y de la suerte que tenga Sergio, El Profesional, en la dramática función que asume como artista de variedades.
Cuesta aceptar que Mauricio o La Doctora mantengan intenciones de retirarse a “disfrutar de la familia”. Para regar macetas con geranios.
Ambos disimulan la desesperada pasión por permanecer.
Para algarabía recíproca del periodismo encuadrado. Para la continuidad eterna de la beligerancia.
Por su parte Sergio se las ingenia con el equilibrio imposible sobre una cuerda floja, mientras traga sables, escupe fuego y saca conejos imaginarios de la galera (que no tiene).
Lo importante es continuar con el espectáculo. El objetivo consiste en evitar el estallido. El desmoronamiento. Pese a la inflación indomable.
Sergio es, por lo tanto, otro obstáculo para las proyecciones de Scioli.
En especial porque el estallido no va a ocurrir. Por opción racional del mercado, que «hace negocio». Como los buscapinas de Wall Street, ante el remordimiento del Fondo.
La Doctora convive con el estimulante “operativo clamor”. La súplica enternecedora. Para “presidenta”.
O con la propina de la senaduría, a los efectos de brindarle alguna consistencia a la boleta.
La Doctora “senadora” tienta al tercer Mono de Fuego. La señora Elisa Carrió, La Bien Pagá (como entonaba maravillosamente Miguel de Molina).
Para cambiar de distrito otra vez y concretar el sueño pendiente de enfrentarla.

La Bien Pagá
Carrió es otro atractivo encantador, aunque algo peligroso. Para selfies de riesgo entre el paisaje.
La dama hegemoniza la transparencia desde el poder temible de sus presentaciones mediáticas o judiciales.
Como amague o táctica, con astucia lanza su precandidatura presidencial.
Como si compitiera con Larreta cuando aspira, en realidad, a conducirlo. A veces, incluso, hasta cree lograrlo.
El “larretismo” suele extasiarse con devoción en las peregrinaciones hacia el templo de Exaltación de la Cruz.
Aunque resulte cara, Carrió blanquea. Con pinceladas gruesas de cal.
Pero La Bien Pagá debe renovar demasiadas diputaciones. Y su fuerza estancada solo genera sorpresas a partir de la vigencia de la palabra temible.
En shows televisivos que mantienen tensos a los dirigentes “del espacio”. Los que mantuvieron extraordinaria capacidad de ahorro y todavía no fueron desenmascarados.

La circunstancia, contradictoria y compleja, motivó que otro Mono -pero de Tierra-, Facundo Manes, Cisura de Rolando, se le atreviera.
En plena Exaltación, Manes supo tildarla de “anticorrupta selectiva”. De atacar a los corruptos enemigos y proteger a los corruptos amigos.
Ahora, Carrió sabe -y pregona- que no va a ganar. Impone la presencia para preocupar a los adversarios que en cualquier momento pueden ser catalogados de «cómplices del narcotráfico».
Sin hacer nombres, lo demostró en Santa Fe. Sospecha que estampilla de “cómplices del narcotráfico” a estadistas potenciales del Frente de Frentes.
Aliados radicales o socialistas que se perjudican y sucumben ante la diatriba.
Para algarabía del emergente peronista Roberto Mirabella. El preferido, para sucederlo, de la escudería del gobernador Omar Perotti, El Piamontés.

Vocación vicepresidencial
Presidenciables del paisaje se lanzan también para facilitar el objetivo de alcanzar la vicepresidencia.
Así es interpretado, acaso injustamente, Gerardo Morales, El Milagrito. Como clavado segundo de Larreta.
Pero Morales es la máxima autoridad institucional del legendario radicalismo.
Un partido escorado, que arrastra la excesiva flexibilidad en materia de asociaciones.
En 1999 se ligó con la izquierda verbal y progresista del Chacho Álvarez, Varela Varelita.
En 2007 se ligó con la transversalidad peronista de Los Kirchner.
Para mojar la medialuna de los cargos, con cierta hidalguía, en 2015, al ligarse con la derecha culposa de Mauricio.
Pero en 2021 el partido recuperó la eufórica ambición. Fue a través de Facundo Manes, aportador del oxígeno fundamental.
Manes, con la estructura de Maxi Abad, enviagró al radicalismo. Intentó recrear la épica radical de los ‘80, a partir de su prestigio científico.
Pero en 2023 Cisura de Rolando enfrenta el agudo riesgo de quedarse afuera de la mesa. Abandonado.
Con la postulación que deriva, a esta altura, en voluntarismo testimonial.
Consecuencia de la equivocada opción de hierro. Ser presidente o nada. En una atmósfera colectiva de fuerte vocación vicepresidencial.
“Sé que me van a traicionar”, había dicho Facundo, durante la instancia de la euforia.
La videncia resultó certera. Pero para la política fue un rapto, apenas, inocente.
La traición dejó de existir. Refleja una concepción de superada antigüedad.


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