Hace cuatro años comenzaba el Confinamiento Preventivo Obligatorio por causa de la pandemia de Coronavirus y daba comienzo a los dos años más difíciles que atravesó el mundo en los últimos tiempos. Todos encerrados, sobreviviendo, teniendo miedo, viendo enfermar y morir seres queridos, sufriendo las consecuencias psicológicas, sociales y económicas que la cuarentena provocó.
Ante semejante modificación de la vida cotidiana a nivel global, una de las cosas que imaginé es que, una vez terminada la pandemia, nos llenaríamos de libros, películas, series y documentales que hablaran de esos tiempos como, después de 1945, nos llenamos de películas sobre la Segunda Guerra Mundial, como a partir de 1893 florecieron los relatos sobre la dictadura.
Pero no fue así.
Basta recorrer las plataformas de streaming para tomar nota de esto: la pandemia no existió. No hay relatos sobre el período ni sobre las consecuencias que tuvo sobre la gente.
La pandemia se terminó en 2022 –aunque oficialmente el anuncio se hizo en mayo de 2023– mientras que la cuarentena finalizó oficialmente el 31 de marzo del año anterior. A todos nos modificó profundamente. Nos encerramos durante dos años, la economía se paralizó, se alteraron totalmente las condiciones laborales, se modificaron las relaciones familiares y sociales, se consumieron toneladas de datos científicos y estadísticos, se distribuyó información basura como nunca, se amplió la brecha tecnológica.
Se tuvo miedo, rabia, ansiedad, angustia. Se sufrió y se murió en soledad. Se sobrevivió. Se lamieron las heridas. La vida retomó su ritmo habitual.
Con semejante material experiencial compartido a nivel planetario, ¿por qué no hay relatos que tomen a la cuarentena como eje? No hay épicas, thrillers, dramas psicológicos, comedias románticas, historias juveniles o infantiles que se basen en estos hechos reales. Como si quisiéramos evitar toda mención, no sea cosa que vuelva a suceder.
En la vida cotidiana, la pandemia puede actuar como marcador temporal: AP/DP, antes de la pandemia/después de la pandemia. Pero no mucho más.
Las empresas productoras de relatos –editoriales, televisivas, plataformas– suelen tener buen olfato sobre lo que pasa en la sociedad y son un buen indicador de los humores sociales. El silencio en torno a este hecho reciente es sintomático.
Por eso tal vez sea importante preguntarse qué cosas tan profundas provocó que hay que esconderlo bajo la alfombra y ponerle un sillón encima para que no se dispare y vuelva a asomar su rostro con barbijo.
25 de julio. El armado político le aburre. Solo le preocupa la macroeconomía. El crecimiento con o sin dinero. Pifia al creer que lo importante para su gobierno es un triunfo resonante el 7/9 en la Provincia del Pecado.
18 de julio. Lo único positivo del desdoblamiento es la promoción de los dirigentes distritales. Los Peronistas Originarios de la Ficha Limpia se rinden ante la Línea Menemista de Karina.
14 de julio. Conmueve más la historia de Olegario que la de Carlos Saúl. Versión frepasista del menemismo con el mérito de ser fundacional. Hasta reproducirlo como uno de sus inapelables fenómenos culturales.
07 de julio. Tres que perforan desde el centro. Manes, Monzó y el Primo Jorge. Para la megalomanía del Fenómeno, los que lo impugnan apenas son “mandriles”.
26 de junio. “Guerra (satírica) de los 12 días”. Bibi arrastra al Imperio en la destrucción de su causa, aunque transformada, por pura presión, otra vez, en epidemia global.
19 de junio. De política presa a presa política. ¿Y si de pronto hay que devolverle a La Doctora la banda, como a Lula?