Martes 13 de mayo de 2025
14 AUG 2018 - 08:59 | Sociedad

Todxs, tod@s, todos y todas: el debate por el lenguaje inclusivo

Dos especialistas en lingüística analizan para ENTRELINEAS.info el debate que se genera por el uso de nuevas formas para contrarrestar el sexismo en el lenguaje.

Dos especialistas en lingüística analizan para ENTRELINEAS.info el debate que se genera por el uso de nuevas formas para contrarrestar el sexismo en el lenguaje.

En estos días, una discusión instalada es la del llamado lenguaje inclusivo y la correlación entre palabra y machismo. Si hay varones y mujeres, ¿por qué generalizar con el masculino, aun cuando las mujeres sean mayoría? Varias son las propuestas que se ensayan y despiertan polémica. Por eso ENTRELINEAS.info consultó a dos especialistas en lingüística y gramática sobre el tema.

Ángela Di Tullio, titular de las cátedras de Gramática e Historia de la Lengua en la Universidad del Comahue y de maestrías en Lingüística en las Universidades de Córdoba y Buenos Aires, entre otras, aclara que “como estudiosa del funcionamiento de la lengua, siempre he defendido nuestra manera de hablar frente a imposiciones normativas que nos son ajenas. Sin embargo, este tema incumbe, más que a la gramática, a otros ámbitos: ideológicos, políticos y culturales en el sentido más amplio.”

“El sexismo se reconoce sobre todo en el léxico, y en este sentido, las diferentes batallas que han hecho visibles los prejuicios arraigados en palabras cuyo significado mostraba el prejuicio hacia la mujer y, en general, las asimetrías entre los dos sexos, han generado cambios positivos. En nuestro país, por ejemplo, se han aceptado con naturalidad la médica, la ministra, la presidenta”, sostiene.

Desde esta perspectiva, explica que “el lenguaje inclusivo se suele calificar como “lenguaje neutro”, aunque no consista en sustituir el femenino o el masculino por el neutro, sino que más bien se trata de un “lenguaje epicenizador”, con sustantivos referidos a seres animados, animales o personas, que tienen un único género, por supuesto arbitrario”.

Mabel Giammatteo, titular de la cátedra de Gramática de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, coincide en que “una parte relativamente pequeña de los sustantivos, la que se refiere a seres animados, tiene “género motivado”, en el que la distinción en masculino y femenino refleja la diferenciación entre seres sexuados, ya sea mediante un cambio en la desinencia: niña/ niño, maestro/maestra o por el cambio de palabra: hombre/mujer, vaca/toro.”

El problema se ubica en el plural, en el género de la palabra con que el hablante se referirá al grupo en el que haya entidades que se denominan en masculino y en femenino.

Giammatteo analiza las propuestas que se están realizando, como el reemplazo de la desinencia masculina por la letra x o por la arroba @ y considera que “tienen la dificultad de la inviabilidad de su pronunciación, lo que confina su uso al ámbito exclusivo de la escritura. Una tercera solución que se ha propuesto es usar la desinencia femenina como genérica, pero esta posibilidad tiene el inconveniente de inducir interpretaciones excluyentes de los varones.”

La cuarta propuesta, que está ganando adeptos, especialmente entre los jóvenes, es el uso de la letra e, empleada como desinencia genérica que permite abarcar a todas las minorías de género sin distinción. Para Giammatteo “este planteo desestima que, desde el punto de vista del sistema gramatical del español, la letra e es marca de masculino tanto como la o” y ejemplifica con ‘este/esta’ o ‘elefante/elefanta’. De todos modos, “en el imaginario de los hablantes de español la e es sentida como menos emblemática que la o como marca e masculino, de modo que se permiten reinterpretarla como desinencia genérica que engloba a todos los colectivos de género posibles sin establecer diferencias entre ellos”.

Para ambas especialistas es engorroso el uso de desdoblamientos del tipo ‘todos y todas’. Di Tullio señala que esta solución “se ha consolidado en ciertos tipos de discurso y en algunos contextos: así, en google aparece ‘Invité a mis amigos y amigas’, a pesar de su redundancia, pero no ‘invité a nuestros amigos y nuestras amigas’; me parece difícil que alguien logre añadir un adjetivo referido al conjunto, es decir, ¿cómo se desdoblaría coherentemente invité a mis amigos más queridos?”. Giammatteo considera que “se está imponiendo en la lengua actual sobre todo en algunas clases textuales, como el manual escolar, los textos periodísticos o administrativos” pero no en la conversación cotidiana.

 

SEXISMO Y LENGUAJE

Ahora bien, ¿existe relación entre sexismo y lenguaje? Giammatteo dice que la situación no es sencilla. “La realidad es que en la mayoría de las lenguas en las que se establecen distinciones de género, entre femenino y masculino, el que se toma como genérico, por lo general, es el masculino, y esto no podemos pensar que sea debido al azar o a la casualidad, sino que tiene que ver con que en muchas de esas sociedades han sido los varones los que han ejercido el dominio sobre las mujeres”.

“La situación de las lenguas en las que no existe distinción marcada de género, como el japonés o el turco, entre muchas otras, no ha sido garantía de que en esas sociedades no exista discriminación” y menciona incluso lenguas como el guajiro en la que el género no marcado es el femenino y la situación de la mujer no es más favorable”.

En este sentido, un reciente informe de la Academia Argentina de Letras pone el acento en que más que debatir si un uso es o no discriminatorio lo que importa es qué percepciones asocian con él los hablantes. Por tanto, lo que se puede plantear respecto de lo que está sucediendo es que muchos hablantes “sienten” que el masculino genérico no los representa.

 

¿HACIA DÓNDE VAMOS?

¿Qué posibilidades de imponerse tienen estas propuestas? Para Di Tullio “es muy difícil –si no imposible- imponer un cambio gramatical, como lo demuestran los fracasos de algunas políticas lingüísticas, como la de sustituir en la escuela argentina del Centenario el voseo por el tuteo, o en la Italia fascista la de eliminar el pronombre de cortesía lei (‘usted’, que coincide con el femenino ‘ella’) y reemplazarlo por voi.” Ambas coinciden que formas como “les chiques” no provocan grandes problemas de comprensión o discusión aunque sí algunas cuestiones gramaticales.

Giammatteo, por su parte, sostiene que “como toda novedad en la lengua, si su uso se extiende y pasa de la esfera pública, donde parece estar más arraigado, al ámbito familiar, habrá que habituarse, y siempre habrá algunos colectivos que, por cuestiones generacionales o de interés, se involucren primero y con más facilidad en el cambio.”

Sin embargo, estima que “es todavía demasiado pronto para determinar tanto los alcances como la perdurabilidad de este cambio. No sabemos si se extinguirá, si quedará restringido al ámbito público o si logrará extenderse a todas las funciones de la lengua. Y tampoco podemos definir si se trata de un rasgo lingüístico que dejará afuera a los mayores o si terminará imponiéndose a toda la comunidad”.