Jueves 18 de abril de 2024
04 DEC 2020 - 10:24 | Sociedad
Historias

Claudia Amura, la ajedrecista argentina que enseñó en Dolores y abrió camino en un juego "de hombres"

Aprendió a jugar “de ojito”, a los 13 años ganó su primer torneo nacional y fue la primera gran maestra de Iberoamérica. Pelea contra los estereotipos de género y propugna el Ajedrez Educativo como una forma de inclusión en los jóvenes.

Amura vive en San Luis, donde lleva adelante desde hace años un programa de Ajedrez Educativo que le permite decir que la mitad de la provincia juega algo de ajedrez.

La serie Gambito de dama es tendencia en Netflix. Muestra las dificultades que tiene una mujer, una niña prodigio, en hacerse un lugar en el mundo del ajedrez internacional. Esa es una historia ficticia; sin embargo, en la Argentina podemos contar la real historia de una ajedrecista que a los 14 ganó su primer campeonato nacional en un torneo donde competían sólo dos mujeres y que llegó a ser la primera gran maestra de Iberoamérica: Claudia Amura.

Su historia está muy relacionada con laR: su primer trabajo “en blanco” fue enseñar ajedrez en Dolores. En diálogo con ENTRELÍNEAS.INFO recordó que, con 18 años, se tomaba todos los jueves el colectivo y viajaba con su padre a la ciudad, donde ni bien llegar empezaba a jugar partidas en el Plaza Hotel. Claudia recuerda los nombres de los ajedrecistas de esa época: “Suarito”, Carlos Drake, Manuel Heredia y Pablo Siccardi, así como la referencia al Club Social y al equipo con el que participó en numerosos torneos por todo el país.

Aprendió a jugar al ajedrez “de ojito”, mirando y anotando para su padre, gran apasionado del juego, las jugadas de los torneos que por Radio Rivadavia trasmitía Antonio Carrizo. Un juego al que las mujeres apenas se asomaban. “A todas las ajedrecistas de mi generación nos llevó un hombre”, explica. Es que, según explica, el ajedrez siempre se asoció a la nocturnidad, a los bares de hombres de clase alta, donde las mujeres no entraban. A tal punto que cuando participaba en los torneos le era imposible encontrar un baño. En este sentido recuerda que “en un torneo en Misiones, al que fuimos con el equipo de Dolores, como había muchos jugadores, usaban tanto el baño de mujeres como el de varones, porque no registraban que pudiera haber una mujer. Así que cuando yo quería ir al baño, mi papá se metía al baño de mujeres, sacaba a todos y permitía que yo entrase”. Una anécdota de las tantas que dan cuenta de aquella disparidad.

A los 13 ganó su primer torneo nacional, en el que competían solo dos chicas. Y allí comenzó su carrera, que incluye logros como el de ser la primera mujer ajedrecista iberoamericana en obtener un título de gran maestra. Se ubicó 1ª en el ranking de América durante 10 años y es reconocida como la mejor ajedrecista iberoamericana de la historia al ocupar el 12º puesto del mundo en 1991. Fue 5 veces ganadora del Campeonato de Argentina de ajedrez femenino, participó representando a Argentina en 8 Olimpíadas de ajedrez y en 1990, en Novi Sad, alcanzó la medalla de plata individual.

En torneos con hombres obtuvo el abierto del Grand Prix, el Metropolitano y los abiertos internacionales Ciudad de Ponferrada (España) y Ciudad de Mendoza. Participó en 3 finales de Campeonatos Argentinos absolutos, y numerosos magistrales, destacándose su triunfo en el Magistral Edith Soppe realizado en 2012 en San Luis, Argentina, donde hizo su tercera norma de Maestro Internacional. Enfrentó a varios excampeones del Mundo: Mihail Tal, Gari Kaspárov, Ruslán Ponomariov, Anatoli Kárpov, Susan Polgar, Xie Jun y Antoaneta Stefanova.

Todos estos escalones en su carrera los fue subiendo en medio de una pelea de género que incluyó tener que resignar su participación en la categoría general en un torneo internacional en París, para hacerlo en el femenino, porque el segundo clasificado era hombre. Otro de los temas centrales, que aún no está resuelto, es la falta de oportunidades para que las mujeres sean entrenadoras.

Y, como siempre sucede con las mujeres, “lo que la serie no muestra es que si sos mujer, también está todo lo demás: la casa, la familia”, dice mientras explica lo que en este sentido significó para ella la pareja que construyó con el gran maestro mexicano Gilberto Hernández Guerrero, otro importante referente del ajedrez latinoamericano.

El ajedrez y la inclusión
En San Luis, donde vive, lleva adelante desde hace años un programa de Ajedrez Educativo que le permite decir que en esa provincia la mitad de la población juega algo de ajedrez. Y propugna con apasionamiento la puesta en marcha nuevamente de un plan nacional de ajedrez educativo. Con fervor, destaca la capacidad de este juego para incluir y elevar la autoestima de los chicos. “Pueden jugar todos, y encima como el que juega al ajedrez tiene fama de ser inteligente, ayuda”, dice. Esta idea de la inclusión la ha llevado, desde sus épocas en Dolores, a propiciar la enseñanza y el juego del ajedrez en cárceles como una forma de ayudar a las personas privadas de la libertad.  “Y en esta época de pandemia, también, cuando todos hemos estado encerrados”, se ríe.