Jueves 28 de marzo de 2024
25 FEB 2023 - 16:20 | Opinión
Panorama político

Aníbal, El Nietito y las rubias de New York

Son cuatro. El resto es paisaje (III). Sobre la sigilosamente perversa reelección de Alberto Fernández.

Escribe Osiris Alonso D’Amomio
Geopolìtica.                     Especial para JorgeAsisDigital.com.                              (sobre informe de Consultora Sintra)

 

Los zarpados

A Santiago Cafiero, El Nietito, a Aníbal Fernández, El Perenne Vertical, y las “rubias de New York” de Gardel les asiste relativa razón cuando sostienen que Alberto Fernández, El Poeta Impopular, tiene el “derecho político y constitucional de ser reelecto”. Inapelable.
Pero El Nietito se zarpa cuando confirma que Alberto “es el mejor candidato que puede ofrecer el peronismo”.
Se zarpa también Aníbal cuando manifiesta que “la gestión del presidente es extraordinaria”.
Para fortalecer la posición, el Premier Agustín Rossi, El Chivo sin Barba, confirma que “el gobierno no puede ser tan malo porque varios ministros quieren presentarse para presidentes”.
Por Eduardo de Pedro, El Wado, de Interior. O -aunque lo niegue- Sergio Massa, El Profesional, de Economía.
O por el Ex Premier, Juan Manzur, El Menemcito. O por el embajador Daniel Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol (al que Alberto presenta atado a su estrategia).
El Chivo sin Barba legitima el silogismo. “Si los ministros quieren ser presidentes, es porque el gobierno es bueno”.
Inapelablemente falso. Los funcionarios con ambiciones parten de otra idea inconfesable:
“Si este (por Alberto), que no tiene nada, llegó a ser presidente, ¿por qué no yo?”.
Para serlo basta con el apoyo sustancialmente insuficiente de La Doctora.
Sustancial por lo que representa La Doctora en el peronismo de cochería, y entre las adyacencias que le cuelgan desde la izquierda.
Insuficiente por la reticencia que arrastra La Doctora en el resto amplio de la sociedad.
El "virus del piso alto y el techo bajo" (tratado en la entrega fundacional de la miniserie).

 

"A llorar al Calafate"

Alberto es parte del paisaje pero vampiriza a La Doctora (un valor indiscutible de los cuatro que son).
Para su perverso beneficio, Alberto le exprime a La Doctora la sangre de la negatividad.
Procura la valoración fuera del peronismo solo por presentarle batalla. Por desgastarla.
Triturar con vacilaciones. Hasta clausurar en el laberinto de la situación límite.
“A joderse, Doctora, fue usted quien lo eligió, a llorar al Calafate”.

Alberto sabe que la reelección es una utopía. Pero sigilosamente se dispone a desesperar a los precipitados que pretenden bajarlo.
Los va a raspar -para Sintra- hasta mediados de mayo.
Mantiene la ferretería institucional y la ferretería de la presidencia del Partido Justicialista.
Con las misteriosas tribulaciones reglamentarias que el Vice Premier Juan Manuel Olmos, Puiggari, conoce de memoria.
La ferretería institucional le sirve a Alberto para trasladarse en campaña explícita hacia la Antártida.
A cualquier provincia, o mini gobernación del conurbano. Para atormentar a La Doctora y a Máximo, El Influencer.
O al sindicalista metalúrgico Abel Furlan, El Nuevo Lorenzo. Fue quien se atrevió a decirle en el quincho del Museo de Matheu:
“En las fábricas nadie, Alberto, pregunta por vos”.
Para Alberto todos los muñecos en pugna están gastados. Miden para el demonio. En los próximos tres meses pueden desintegrarse.
No tiene sentido entonces darles el gusto de bajarse y estar más de adorno aún. Hasta el 9 de diciembre.
Aunque Massa -otro de los cuatro que es- confirma (¿para presionarlo?) que la incertidumbre complica la economía.

 

La ferretería de la palabra 
Nadie puede sorprenderse si la perversa utopía de Alberto es apoyada por El Nietito.
O por Julio Vitobello, El Inadvertido (la presencia no se nota pero la ausencia sí).
Pero quien sostiene la parada con mayor desparpajo es El Perenne Vertical.
Miembro del elenco estable del peronismo, Aníbal suele destacarse por la obstinada lealtad hacia los superiores.
Eduardo Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas). Néstor Kirchner, El Furia. O a La Doctora (fue Premier).
Probablemente no solo por verticalismo, Aníbal impulsa la continuidad de Alberto.
Subyace, acaso, la consecuencia del abandono imperdonable, registrado en 2015.
Cuando Aníbal se quedó como Robinson Crusoe. Transformado artificialmente en La Morsa. Escobar Gaviria de Quilmes.
Cancelado por la falsificación tendenciosa de la historia (truchada que merece otro informe).
Por la vuelta, El Perenne Vertical hoy maneja sin revancha la ferretería del cargo.
Pero maneja también la ferretería de la palabra. Para invertirla en la delirante continuidad del presidente que lo hizo, otra vez, jurar.

 

Tesis Sarney
“Mary, Peggy, Betty, Julie”, cantaba Gardel a las «Rubias de New York».
Partes del paisaje, en primera línea de fuego, ingresan a la perversa utopía las damas de Alberto.
La señora Victoria Tolosa Paz, La Aplanadora, la señora Gabriela Cerruti, La Porte Parole, y la señora Vilma Ibarra, Estratega de Ypacaraí.
Sabido es que, desde que gobierna Massa, Alberto no tiene un pomo para hacer.
Pero las damas de Gardel se esmeraron para armarle una agenda.
Vicky, La Aplanadora, descubrió que los edificios soviéticos de Chapadmalal podían resultar útiles para armar saraos veraniegos.
Convocaron a damas venerables para la cruzada como la experimentada señora Kelly Olmos, La Polaca, militante abnegada.
O la señora Cecilia Nicolini, La Galatea, bucólica viajera que ocasionó una denuncia por la propina de los viáticos.
A La Galatea se le reclama un gasto de tres millones y medio de pesos en un año. Menos de diez mil dólares que inspiran otra reflexión.
El periodismo patrullero se encuentra en crisis terminal. Como la acción política inspirada en las denuncias de corrupción.
Impugnar a La Galatea por 8 mil dólares en un año significa que se carecen de temas relevantes para escandalizar.
Lo cual dista de computarse como dato favorable para la gestión de Alberto. Al contrario.
Aquí se debe aplicar la Tesis Sarney. Es ejemplar para la descalificación.
El informe de Sintra concluye con una comida social, en París, años 90.
En el tramo del cigarro y de la copa del estribo, alguien consultó al relajado senador brasileño José Sarney por el presidente Fernando Collor de Melo.
Con desdén, Sarney sentenció:
“Ese no sirve ni para robar”.

Continuará